miércoles, 6 de julio de 2011

EL LIBRO DE LOS LIBROS


No podemos dejar pasar el mes de abril, en el cual dedicamos un especial recuerdo al libro, sin hacer una mención especial al "Libro de los libros"; La Biblia. Para nosotros los católicos, pero también para otras confesiones religiosas, es el libro sagrado, la Palabra de Dios. No por nada es el libro del que más ediciones se han hecho, el más traducido a lenguas de las cuales tenemos escaso o nulo conocimiento. Los judíos han sido llamados con justicia el Pueblo del Libro, pues fue justamente la cercanía a estos rollos, lo que les mantuvo con conciencia de pueblo en los momentos más trágicos de su existencia, como lo fue el exilio. Allí se dieron cuenta que más que las instituciones mundanas como la monarquía, el edificio del Templo con toda su magnificencia o incluso su territorio conquistado con grandes sacrificios, era el libro lo que les dio la posibilidad de entender su religión desde una mirada más trascendente de la que hasta ese momento les acompañaba.

Lo que hoy constatamos al respecto, y que no siempre fue así, es que en la mayoría de los hogares haya un ejemplar de este valioso libro, al menos de una de sus partes mas frecuentemente usada como es el Nuevo Testamento. Pero no siempre fue tan fácil tener uno de esos ejemplares. Durante muchos siglos se le tuvo distante del contacto de la mayoría de las personas, de partida porque era muy costoso hacer una edición de un libro tan extenso o porque no todos sabían leer, y muchos menos aún, sabían leer la lengua en la cual porfiadamente la iglesia insistía que debía leerse; el latín. Esto nos hizo perder un precioso tiempo en que el contacto con la Biblia podría haber tenido positivos resultados. Incluso no todos los consagrados podían acceder con tanta facilidad al texto. Además por formación no era tan habitual su uso, prefiriéndose libros en los que se contaban partes como historias sagradas o catecismos en los cuales se reflejaba lo que para la época era más destacable. Por ello llama la atención que nuestro San Leonardo, tuviese un ejemplar en latín muchas veces subrayado y con anotaciones, lo cual habla de su cultura y de una cercanía a la Biblia no tan frecuente entre sus pares.

Pero aunque después del Concilio Vaticano II, a inicios de la década de los 60, se insistió en que era necesario poner al alcance de todos los creyentes y en la lengua que estos hablasen este libro, aún hay algo que nos falta. Creo que si bien ya no es difícil tener uno o más ejemplares en cada casa, a esta fuente de sabiduría que es la Biblia, no solo hay que tenerla, tampoco solo conocerla sino el paso que aún falta es vivir sus enseñanzas. Si estuvieramos tan compenetrados de su mensaje y lo intentásemos vivir con todo nuestro empeño muy distinto sería el ambiente en que nos movemos. Dios permita que en este mes dedicado al libro, dediquemos un poco más de empeño a tener, conocer y sobre todo vivir como el Dios de la Biblia quiere que vivamos.

DON MARCO

(Editorial de el Murialdino de Abril, Nº67)