viernes, 10 de julio de 2015

Murialdino N°106 "Ética para Arturo"

Hay momentos en que parece que no se puede hablar de otra cosa sino de fútbol. Es lo que pasa hoy en día en nuestro país. Largos segmentos deportivos sólo abordan lo que está ocurriendo con la Copa América, que después de largos años nos permitió disputar la final. Para un padre y un educador no debiera desaprovecharse la ocasión para transmitir un mensaje valórico a los más pequeños. Ya varios siglos antes de Cristo el pensador Aristóteles escribe su famoso texto Ética para Nicómaco, dirigiendo a su hijo una serie de consejos y preceptos que, de seguirlos en su vida, le harán un hombre virtuoso. Hace algunos años he disfrutado la actualización que hace de este clásico, el filósofo español Fernando Sabater con su Ética para Amador. De ahí que lo he recomendado más de alguna vez a nuestros apoderados, pues bien valdría la pena su lectura y más aún su aplicación. Claro está, mejor sería que cada uno de quienes somos padres y educadores pudiésemos dejar por escrito más de alguna enseñanza para la vida a nuestros descendientes. Es lo que habitualmente, de manera oral, todo padre hace. Son esas enseñanzas que nos acompañarán toda la vida y que la escuela no hace sino reafirmar. Repetidas una y otra vez, ya adultos recurriremos a ellas con frecuencia, y aunque nuestros padres ya no nos acompañen, serán siempre lecciones de vida.
El “accidente” automovilístico del jugador de fútbol Arturo Vidal nos sirva para ponerle actualidad a lo antes dicho. La irresponsable acción del jugador, quien pudiendo haber pagado a alguien para conducirle a casa puso no sólo en peligro su propia vida, sino la de otros que de manera inocente tuvieron participación en él. Cuando hay negligencia, no es accidente el término que se debe emplear sino falta o delito. Las miles de excusas que tantos entrevistados dieron en esos días para justificar la acción, me hizo pensar en lo necesario que es reforzar ciertos conceptos éticos entre nosotros. Pareciera que nadie puede corregir, menos sancionar a otro, pues de inmediato aparece el predicamento de que quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra. Así lo escuché de muchos adultos. Con ello, la posibilidad de pedir a otro que enmiende su actuar se ven imposibilitadas. Peligroso camino el que se plantea con esta forma de pensar.
 Felizmente en esos días nos visitó un periodista de Megavisión y al consultar la opinión de nuestros niños de Cuarto básico descubrí que ellos, a quienes en este texto mencioné como pequeños, son de verdad grandes en el sentido de saber naturalmente qué es lo bueno y qué lo malo. Ellos, con la camiseta de la roja puesta, fueron capaces de decir que merecía una sanción quien así se comportó. Ello me hizo recordar lo que bellamente dice san Agustín: “No ames en el hombre su error, pero sí al hombre, pues es Dios quien le hizo. Ama lo que Dios ha hecho, pero no ames lo que el hombre ha hecho”. Tal parece que nuestros niños han empezado ya a escribir una de esas lecciones éticas que los harán virtuosos, lecciones que le harán ser los verdaderos modelos que la sociedad necesita con tanta urgencia.
                                                                                      DON MARCO