lunes, 24 de octubre de 2011

“NO HE VENIDO A SER SERVIDO, SINO A SERVIR” Mc 10,45

Con gran alegría nos preparamos a la celebración de la Ordenación Diaconal de los Hermanos Jesús y Rafael el próximo sábado 22. De por sí, dados los tiempos que corren, es este un gran regalo que Dios nos concede como comunidad. Tanto Jesús como exalumno y Rafael por haber realizado aquí su magisterio, son fiel reflejo de esta familia.

Mucho hemos pedido por vocaciones de todo tipo, pero especialmente religiosas. Si vieron con atención el último Anuario, allí se refleja que esas oraciones han sido escuchadas. Por ello nuestra primera oración a Dios es de gratitud.

El diaconado es desde la primera comunidad cristiana, un ministerio destinado principalmente al servicio y como toda gracia, sólo se recibe como un don inmerecido.

Lejos de representar un hecho aislado, nuestra comunidad ha de ver en esta fiesta una buena ocasión para crecer en la disposición a ser servidores bien dispuestos, primero a la voluntad de Dios y luego a los requerimientos de los hermanos. Si bien serán dos los nuevos diáconos, todos deberíamos sentirnos también diáconos o servidores. Al analizar lo que ocurre a diario, nos encontramos con las dificultades que esto conlleva. Todos queremos que nos sirvan: el hijo en casa quiere que todos le tengan las cosas listas. Y de mal modo contesta a la mamá o a la “nana” cuando no está lo que solicita. Cuesta que realicen labores domésticas, pues se han acostumbrado a que para eso haya otros a quienes les corresponde esa labor. También lo observamos en el colegio, niños y jóvenes, a veces apoyados por sus padres, que dicen que para eso están los empleados. Los adultos por su parte, nos hemos acostumbrado a exigir servicios de buena calidad y si eso no es así, se han creado hasta organismos que apoyan las demandas. O como el empleado que mira su reloj y contesta de mal modo cuando alguien le solicita un favor fuera de su horario de trabajo, pero que le encanta que a él le atiendan solícito en cualquier momento.

Qué distinto sería el mundo si todos fuésemos más humildes, más servidores, en definitiva un poco diáconos. Si desde la más alta autoridad del país, de la Iglesia, de la familia, o de cualquier institución resonara esa estrofa que cada año cantamos en nuestro Machitún: “El que manda entienda, que el poder es un servicio”. A nadie se le “cae la corona” por servir, y servir con la cara alegre sin egolatría, vanidad o aspavientos, eso es lo nos enseñó el primer y mejor diácono, aquel que no vino a ser servido, sino a servir.

DON MARCO