jueves, 14 de mayo de 2015

Murialdino N°105 "Misericordiar"

El Papa Francisco ya nos está acostumbrando a usar palabras extrañas, neologismos que buscan subrayar con más fuerza palabras que a veces se desgastan o no entendemos suficientemente. Es el caso de la expresión misericordia, la que nos llama a tener un corazón compasivo. Misericordiar es por lo tanto, un imperativo que se nos impone en especial en este año. El Papa ha querido convocar hace unos días a un “Jubileo de la misericordia” el que justamente se iniciará a fines de este año, fecha que coincide con el Encuentro de Jóvenes Murialdinos, quienes a inicios de noviembre se reunirán en esta casa para  tratar de hacer vida este llamado papal.
Hablar de misericordia en los tiempos actuales parece una real necesidad. A diario vemos como los que muchas veces se visten del ropaje de servidores públicos, casi como si ello fuese poco menos que un apostolado, se aprovechan de resquicios legales y en definitiva de la buena fe de todos nosotros. Los escandalosos hechos que a diario se van descubriendo, en que se han extendido boletas para defraudar al fisco con trabajos inexistentes o de escaso valor, son un bofetón a los más pobres de nuestra sociedad. Los millones involucrados y la desfachatez para tratar de justificar lo injustificable, no pueden sino acarrear la rabia de quienes muchas veces por culpa de la gestión de esos mismos falsos servidores públicos, ven postergados sus justos derechos a una retribución más digna.
Como ser un verdadero rostro de misericordia, nombre de la Bula con que se hizo la convocatoria, parece ser la gran tarea a descubrir a partir de este momento. Tal como lo dice el texto: “Ante el mal cometido, incluso crímenes graves, es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma. (…)La verdadera vida es algo bien distinto. Dios no se cansa de tender la mano”. Dios no se cansa de tender la mano, tender la mano para acoger, para ayudar, para compadecerse. Pareciera que en nuestra sociedad, especialmente en la chilena, estas palabras instan a muchos a “tender las manos”, pero para robar, para apropiarse sin sudar ni una gota de dineros que no se merecen.
 No quisiera que se entienda, como muchas veces ocurre, que esta es una labor de la Iglesia, como si por Iglesia se debiera comprender a la pura jerarquía y no a todos los que nos decimos cristianos. El que la Iglesia sea el rostro visible de Dios, nos urge a que cada uno se sienta interpelado a ser signo y testimonio de la misericordia en todos los aspectos de la vida personal Es lo que llevó a la práctica nuestro querido santo Leonardo Murialdo, quien siendo de condición acomodada, no dudó en dejar esos privilegios y dedicarse hasta consumir sus bienes y su propia vida por sus alumnos, miserables en muchos aspectos, pero ricos en amor, prodigado a manos llenas por un santo que se hizo para ellos padre, amigo y hermano.
                                                                     DON MARCO