EDITORIAL
ADIÓS AL VIEJO PASCUERO, QUE VIVA JESÚS
Las fiestas de fin de año son ocasión propicia para reflexionar sobre los valores imperantes y las tergiversaciones que, especialmente el mundo comercial, nos impone, sin que nos demos demasiado cuenta. Así ocurre con la Navidad. En ella hay dos modelos que pugnan por marcarnos claramente nuestro actuar. Por un lado, la creación del viejo pascuero, excesivamente ligada a una marca comercial y todo lo que ello conlleva. Es el que nos invita a gastar en forma indiscriminada, a pensar que el mundo se va a acabar sino tenemos muchos regalos que entregar. En muchos países, ejemplo que debiéramos seguir, los regalos se postergan para la fiesta de reyes, el 6 de enero, despejando de este modo a la Navidad de todo ese halo comercial que es tan dañino y que desperfila el real sentido. Ese viejo de pascua que desde las vitrinas nos invita al gasto, se contrapone con el Niño de Belén que desde el pesebre nos sigue invitando a la austeridad, a una vida más preocupada de las cosas invisibles a los ojos, que de aquellas tangibles y caras, que a la larga no es que traigan la felicidad.
En el mundo se está viviendo una de las peores crisis, donde naciones enteras están en la bancarrota. En esos lugares han aumentado considerablemente los suicidios y la angustia amenaza a las familias con las consiguientes consecuencias de infelicidad. En nuestro país, parece no importarnos mucho lo que está ocurriendo en esos lugares. El serio manejo económico, de ésta y anteriores administraciones nos hace ver como espectadores lo que ocurre en el mundo. Pareciera que olvidamos que estos procesos son muchas veces inesperados y que se generan muchas veces por causas externas a los propios países. Por eso debiéramos estar preparados. El ejemplo de las hormigas no nos viene mal.
Hablar hoy de austeridad en un país con una economía boyante, pero donde hay grandes sectores postergados, pareciera no ser lo más lógico. Acá las cifras de cesantía y pobreza -las que siguen existiendo- son cada vez más bajas. Muy distinto es el caso de países europeos, donde el desempleo azota a millones, llegando al 50% de la población más joven de España, obligando a muchos a emigrar en pos de mejores horizontes.
Desde estas páginas hacemos un llamado a hacerle más caso al Niño Jesús, que pobre como pocos nos sigue repitiendo desde el pesebre que las cosas materiales son importantes tanto y cuanto nos sirvan; que la palabra austeridad, ahorro, sencillez, son un real estilo de vida tan distante del consumismo desbocado que por estos días, a quien más a quien menos, a todos nos amenaza.