jueves, 17 de noviembre de 2011

P. ITALO SAROLO FAVERINI

“¡No hay problema!”, fue su frase característica. Con ello, en todo momento transmitía la serenidad necesaria para afrontar la vida y sus complejidades. Seguramente esa forma de vivir le ayudó a sortear tantos problemas en sus casi 88 años de vida. P. Italo falleció el domingo pasado en su tierra natal Thiene, en el norte de Italia.

Había llegado a Chile muy joven, amó a esta tierra en la que desempeñó diversos encargos, siendo Párroco en Requínoa, lugar para él muy querido y al cual quiso volver a pasar sus últimos años. En nuestro colegio fue rector desde 1964 hasta 1970 y luego en un breve periodo de 1975. Sus hermanos lo eligieron Provincial en 1970 y por sus cualidades participó en el Capítulo General de 1976, en el cual lo nombran Ecónomo General de la Congregación, cargo ejercido hasta 1988. Lo que para muchos podría entenderse como un honor, dadas las circunstancias, fue una carga demasiado grande, que incluso le afectó gravemente su salud. La Congregación estaba en banca rota y a él le tocó liderar los necesarios ajustes para darle viabilidad económica a una familia que pasó momentos de gran incertidumbre. Hubo que vender la Casa Generalicia para poder salir a flote. De esto sabía bastante, pues le había tocado vivir en nuestro colegio los años más difíciles. La necesaria subvención estatal, que hoy se paga regularmente y con fondos cada vez más altos, en esos tiempos llegaba de manera escasa y con retraso de varios meses. Si bien era parte de la comunidad religiosa, el inicio de la década de los 70, lo encontró aquí ejerciendo como Provincial y enfrentándose a la posibilidad hasta de cerrar el colegio. Los bienes heredados del Patronato comenzaron a venderse, primero fueron las casas que se alquilaban a bajo precio en el barrio, luego ocurrió lo mismo con los muebles, incluso algunos muy valiosos pertenecientes a la comunidad religiosa. El tiempo de angustia pasó, debiendo además acompañar a varios hermanos que dejaron la Congregación. Ciertamente no fueron tiempos fáciles. P. Italo, sin perder la serenidad, insistía: “¡No hay problema!” Y seguía, como decimos en Chile, poniéndole el hombro.

El recuerdo de P. Italo, como profesor de Biología de los alumnos de las Humanidades, su ordenada y transparente administración, su caballerosidad a toda prueba y su estampa de buen josefino son hoy un recuerdo para todos los que fuimos testigos de esos difíciles años. Hoy, los dichosos alumnos del colegio, que utilizan el pabellón del segundo ciclo, construido gracias a su tenacidad en el complicado periodo antes descrito, deben ser orgullosos herederos de un colegio que se construyó ladrillo a ladrillo, por personas tan valiosas como este rector, quien siempre se sentía orgulloso de sus humildes orígenes en Italia y que llegó a esta tierra a darnos lo mejor de sí: el testimonio de una gran josefino.





DON MARCO