jueves, 28 de noviembre de 2013

EDITORIAL Murialdino N° 94


EDITORIAL

LA MALA EDUCACIÓN


Hace unos días recibíamos formalmente a los padres de los 120 futuros alumnos del Primero básico 2014, como siempre ocurre en estas convocatorias la sala Murialdo estaba repleta de orgullosos padres que escuchaban atentos nuestra bienvenida. Sin ser aguafiestas, al momento de dirigirme a ellos, y teniendo la experiencia que me dan algunos añitos por estos lados, les dije algunas palabras que, si bien parecen fuertes, tienen ese toque de realismo que dan las evidencias. Les dije en primer lugar que eran suertudos, pues en esta ocasión dejaron sin poder entrar a igual número de postulantes. Este año nos llegaron 240 solicitudes. Ya esto es un buen índice de que no lo estamos haciendo tan mal, pues la estampida, tal como ocurre en muchos colegios que claman por no perder matrícula, seria la tónica. Luego, sin ser pitoniso, les indiqué que si bien entraban 120, lo más probable era que muchos se nos fueran en el camino. Los habituales traslados por una parte, pero desde el colegio, las necesarias medidas para ir alejando a algunos que aparecen como murialdinos, pero que con el tiempo empezamos a descubrir como aquellos que no comulgan con nuestro estilo educativo. Les invité a mostrar pertenencia y a confiar en nuestra conducción.

La razón de tal pronóstico, va en el sentido que cada vez notamos con preocupación creciente, cómo quienes tienen la principal misión de educar empiezan por distintos motivos a delegar en otros dicho rol, culpando a éstos de los errores que se suscitan. Haciendo referencia a un artículo aparecido en esos días, les indicaba que muchos problemas que vivimos como sociedad no tienen su origen en la sala de clases, sino en el living de la casa. Ese traspaso de deberes a otros, llámese abuelos, nanas, profesores o a ninguno de ellos, ha tenido como secuela un aumento considerable de signos en que la mala educación se hace evidente. Hoy vemos con preocupación cómo ciertas habilidades sociales, las que antes denominábamos urbanismo, modales y cortesía, empiezan a desaparecer. Niños y adultos que no saben respetar los derechos de otros; personas que, creyendo que ser francos es decir todo lo que se les ocurre, no tienen ni una dosis de prudencia ni en el lenguaje ni en las formas; personas que ante ancianos o embarazadas no tienen la más mínima cortesía; personas de toda edad que tienen un lenguaje plagado de groserías, las que invaden hasta los programas televisivos. Qué decir del saludo, del dejar limpio el lugar que se usa, respetar los espacios públicos o el cancelar lo debido, sea esto un pasaje de micro o un producto consumido en el supermercado. Podría seguir con innumerables otros ejemplos de una cada vez mayor ordinariez ambiental, como la hoy tan en boga  adicción a los medios tecnológicos que impide una comunicación de palabras y miradas.

Parece - según indica el autor del artículo - que habrá que fomentar las Escuelas para Padres, aunque así como van las cosas, terminarán asistiendo nanas y abuelos, que dicho sea de paso, también hubo más de alguno de ellos presente esa tarde.

                                                                                     DON MARCO

Murialdino N° 93 EDITORIAL


EL POBRECILLO QUE NOS ENRIQUECE

         Francisco de Asís es quizás uno de los santos más queridos en el mundo. Baste pensar que es el Patrono de los ecologistas, de los animales, del medio ambiente, de los scouts, de los veterinarios. Su figura la encontramos en muchos lugares y su nombre nomina muchas calles de pueblos y ciudades. Su influjo espiritual es un modelo que por siglos ha atraído a muchos a seguir su ejemplo, tanto a religiosos y religiosas, así como también, a muchos laicos que, sin abandonar su estado de vida, se han adornado de sus virtudes. Así lo vivió el Padre Hurtado, quien antes de ser jesuita, profesó en 1916 en la Tercera Orden franciscana, quizás siguiendo el buen ejemplo que antes le había dado su madre, doña Anita Cruchaga quien fuera una destacada colaboradora Terciaria. La misma Gabriela Mistral, que escribiera los “Motivos de san Francisco”, fue sepultada con el hábito franciscano, legando a los niños del Valle de Elqui sus derechos de autor y dejando a los Franciscanos la custodia de la medalla y diploma que recibiera como Premio Nobel de Literatura. La poeta escribe a la muerte del Padre Hurtado: “del santo de Asís tenía también el hablar con gracia, la expresión a la vez donosa y llana.”

   Podríamos seguir enumerando muchos otros ejemplos del influjo de Francisco, pero baste un último. Este año nuestro querido Papa, decidió tomar de él su nombre. Resulta extraño que, siendo un santo tan querido, nadie antes haya tomado ese nombre. El mismo Papa nos cuenta que al momento de recibir la felicitación del Arzobispo de Sao Paulo por su elección, éste le dice ““no te olvides de los pobres”, entonces pensé inmediatamente en Francisco de Asís. Después, mientras seguía el escrutinio, (…) pensé en las guerras y Francisco es el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia todo lo creado en este momento. Así surgió el nombre en mi corazón: Francisco de Asís”. Y termina exclamando:”Cómo me gustaría tener una Iglesia pobre y para los pobres”. De esta forma entendemos mejor lo que desde el primer momento estamos viendo en el proceder del Pontífice, su sencillez de espíritu, su modesto estilo de vida, las ansias – al igual que Francisco- de restaurar la Iglesia de Jesús, para hacerla más cercana y creíble a muchos que por todo el mundo tienen sed de Dios, de un Dios como el que siguió Francisco y como el que nos quiere presentar el actual Papa.

       Valgan estos pensamientos para homenajear en este mes de octubre al santo que vivió radicalmente la pobreza, el que nos enseñó que el Evangelio hay que leerlo y vivirlo sin glosa, el cual providencialmente hoy se nos presenta como un modelo de vida, el mismo que nos dejó esta bella oración y que podría ser la forma constante de relacionarnos: “El Señor te bendiga y te guarde, ilumine su rostro sobre ti y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz. El Señor te bendiga”.


                                                              DON MARCO

Murialdino N°92 EDITORIAL


TENGO UN SUEÑO

         50 años han pasado desde que el pastor protestante Martin Luther King, remeciera a sus compatriotas con el famoso discurso que abogaba por la total integración de la población negra en Estados Unidos y el reconocimiento de su igualdad de derechos ante los blancos. Hoy sabemos que en dicha jornada del 28 de agosto de 1963, también hubo otros oradores, siendo King uno de los últimos en hablar. Sus palabras, especialmente las más recordadas y repetidas, se basan en el libro de los libros, la Biblia, en los textos de Isaías:
“ ¡ Hoy yo tengo un sueño !
Yo tengo un sueño que algún día cada valle será elevado, y cada colina y montaña serán hechas llanas. Los lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos, y la gloria de Dios será revelada y todo género humano se verá junto”.

       40 años atrás, vivimos una experiencia que a muchos nos ha marcado profundamente. El día 11 de septiembre es de aquellos días que no terminan, a diferencia de algunos que los vivimos y que luego ni siquiera recordamos. En cambio éste es un día que, independiente de nuestras personales posiciones políticas no nos puede dejar indiferentes. Al mirar el pasado y ver lo que aún sigue ocurriendo en nuestro querido país, no puedo sino pensar que somos una sociedad esquizoide. Pues en estos mismos días en los que desde veredas enfrentadas muchos se agredirán, se insultarán en marchas y protestas, a los pocos días los mismos, ahora no enfrentados, serán capaces de elevar juntos sus deseos de un Chile mejor, en un brindis en el cual no hay posiciones divergentes. Agréguese a lo anterior, que antes de esas dos fechas, 11 y 18, habrá un partido de fútbol, realizado en el mismo Estadio Nacional, centro de detención y tortura en su momento, y en el cual hoy casi 50 mil voces, algunas hasta la disfonía, serán capaces de cantar con gran fuerza el Himno que a todos nos une. ¡Qué sociedad más extraña!


   Hoy yo también tengo un sueño. El mismo que iluminadamente escribiera en 1991, ese gran chileno el Cardenal Silva Henríquez, quien iniciaba su apostolado en Santiago en el mismo momento que en Estados Unidos se escuchaba el sueño de Martin Luther King. El mismo cardenal que visitó ese Estadio Nacional a pocos días del trágico 11,  y que, al igual que muchos de nosotros, anida en su corazón el sueño de un Chile mejor, más justo, porque aún no lo es; donde haya más dignidad, pues a muchos aún se les atropella, un país más solidario, pues somos uno de los países donde escandalosamente la riqueza está concentrada en unos pocos; un país donde aprendamos de una vez a respetar y respetarnos; un país que vuelva su mirada hacia el Señor, al cual le da muchas veces la espalda con las consecuencias que vemos a diario. Hoy al evocar ese sueño de Chile, les invito a que juntos soñemos un Chile mejor, iniciándolo en nuestras propias familias y lugares de trabajo.                                                                                                                                                                                                 DON MARCO