miércoles, 14 de agosto de 2013

Murialdino 91 - EDITORIAL


EDITORIAL

P. FRANCO MAGRINI
1931 -2013
         La noche del pasado miércoles 24 de julio en la ciudad de Mendoza, falleció P. Franco a la edad de 81 años. Si bien su enfermedad lo había ido desgastando al punto de reducir sus movilidad y hacerlo dependiente de los cuidados de otras personas, confiábamos tenerlo algún tiempo más con nosotros. El parkinson y su desapego al descanso, bien merecido por lo demás, así como su incansable ritmo de vida,  al final le  pasaron la cuenta. Hablar de P. Franco, resulta evocar los más hermosos momentos de mi infancia. Junto a el aprendí a leer y escribir. Nos aconsejó diariamente  cada mañana en el saludo y la oración con la que siempre relacionaba un hecho de la vida con ejemplos imborrables. Su presencia en todo momento, tanto en la sala, en los recreos o en el casino a la hora de comer, nos hacía preguntarnos a qué hora se dedicaba a él mismo. Después del almuerzo estaba en un largo recreo con los que nos quedábamos medio pupilos y luego hasta las cinco de la tarde haciendo las tareas. Ahí nos despedía como siempre acompañándonos hasta Loreto, pues esa esquina, en esos tiempos sin semáforo era y sigue siendo peligrosa. Allí de hecho, le vi cargar en 1971 el cuerpo destrozado de uno de sus alumnos de tercero básico atropellado por un camión.

       P. Franco fue un josefino a carta cabal. Supo hacer suyo eso de ser un cura de patio, como quería Murialdo. Estuvo con nosotros siempre. Para sus alumnos pasaba largas jornadas preparando las famosas Revistas de Gimnasia o imprimiendo en el mimeógrafo manual las ediciones de la revista Nadino, la que añorábamos recibir cada mes. A fin de año todos junto a él partíamos en romería al cerro a culminar el Mes de María, el que cada día rezábamos frente a un altar monumental donde cada curso competía por tenerlo más llenos de flores. En los días de lluvia, sabíamos que era seguro que nos deleitaría con una filmina sobre alguna historia bíblica o de algún santo. Esas láminas sin sonido tenían su voz como el mejor efecto sonoro y ciertamente muchas de esas hermosas enseñanzas quedaron marcadas gracias a ese rudimentario medio audiovisual.

       Con los años evoco esos momentos y la figura, de quien me impartió cuatro sacramentos. Me preparó a la Primera Comunión estando en segundo básico; me confesé con el la primera vez y luego otras tantas veces; de él recibí la Confirmación, pues siendo Padre Provincial en 1977, vino desde Mendoza y delegado por el Obispo nos impartió el crisma, luego bendijo mi matrimonio, acompañándome en los momentos más tristes y también más hermosos de mi vida. Hoy cuando ya ha partido al encuentro con el Padre bueno y misericordioso, que nos enseñó a invocar, estoy seguro que así como a mí, su recuerdo nos llena de emoción, trayendo a la memoria innumerables momentos vividos con este josefino de recio carácter, deportista, trabajador, pero sobre todo tan murialdino. Sólo nos resta dar gracias a Dios por su paso por nuestras vidas y mantener su recuerdo, tratando de hacer que otros niños sean en estos espacios tan felices como lo fuimos quienes tuvimos la dicha de ser sus alumnos, tratando de emular su ejemplo de educador convencido, competente y coherente.   
                                                                                                                                                                                        DON MARCO