viernes, 24 de abril de 2015

Murialdino N°104 "Piojos resucitados"


Iniciamos un nuevo año escolar en un colegio que, desde que pusimos un pié en la entrada, nos mostró una nueva cara. Los calurosos días de verano no impidieron que al interior del Liceo los trabajadores pudieran asfaltar el estacionamiento, pintar completo el pabellón del Primer Ciclo, ampliar el Segundo ciclo y una serie de obras menores que a nadie dejaron indiferentes. ¡Está lindo el colegio!, fue la frase más escuchada. Todos se admiraban de lo grande que se veía el patio y otros tantos comentarios positivos.

 Este inicio de año lo hacemos justamente cuando cumplimos 125 años desde que un grupo de jóvenes comenzara una actividad pastoral que ha perdurado en el tiempo y que difícilmente se podrá borrar. No creo que rápidamente se le podría llamar a este barrio con otro nombre. Patronato hace a la identidad del lugar, por ello le llamaron así a la calle y hace pocos años a la Estación del Metro. Esta celebración por tanto no nos puede dejar indiferentes.

Celebrar estos 125 años nos obliga a ser fieles a los anhelos de esos muchachos que siendo de clase acomodada quisieron venir a servir a los niños y jóvenes más pobres del barrio que estaba en la periferia en ese tiempo, al otro lado del río Mapocho. Eran de clase alta, pero ello no les impidió el darse cuenta que es en el servicio cuando un católico logra su razón de ser.

 Volver a los deseos iniciales nos hace bien. Nos hace pensar en nuestros orígenes humildes y no olvidarnos de dónde venimos. Habremos escuchado la expresión que hay gente que son unos piojos resucitados. Se refiere a aquellos que se olvidan de sus raíces y por ello tienen amnesia de su humilde pasado. En cada familia, en cada grupo social los encontramos. Son los que se marean con un poco de dinero o una condición económica mejor. He sabido de algunos que hasta han cambiado su apellido para sentirse herederos de una estirpe más noble, otros ocultan su lugar de nacimiento, la comuna donde viven o hasta les avergüenza algún pariente medio pobretón.

Dios permita que este año al mirar nuestros humildes orígenes, los que en el actual edificio del colegio casi no se notan por lo hermoso y moderno de todo lo que nos rodea, podamos sentirnos obligados a nunca olvidar a los más pobres. No sacaremos nada con festejar los 125 años del Patronato si no somos capaces de reinventarnos para dar a los nuevos pobres que están a nuestro alrededor respuestas concretas a sus necesidades. Por último, tengamos todos una gran cuota de gratitud por lo que hemos heredado. En tiempos que tanto se habla de la plusvalía de ciertos terrenos, resulta inimaginable el valor de lo que heredamos en este privilegiado lugar que fue la sede del Patronato desde el año 1894 hasta la fecha. Tres hectáreas ubicadas en uno de los lugares más hermosos de Santiago.
         
                                                            DON MARCO