miércoles, 29 de octubre de 2014

EDITORIAL Murialdino N° 103, Noviembre 2014

DESALMADOS



       ¿En qué nos equivocamos? Esta pregunta que hace años aparecía en un ingenioso comercial de bebidas, me viene a la memoria cuando veo las fechorías que a diario nos presentan las noticias y donde muestran a personas que delinquen, y especialmente menores de edad que cometen delito tras delito. Detrás de ellos hay una familia y una escuela que seguramente hicieron algo para que esa historia tuviese un final feliz. Lamentablemente no es este el caso de muchos. Las malas juntas, las carencias afectivas, las familias destruidas, las frustraciones acumuladas y en última instancia las culpas de todos, el llamado pecado social, son parte de una serie de factores que parecen torcer irremediablemente el destino de tantos. Hace años era típico utilizar la expresión, desalmados, especialmente en las películas del lejano oeste americano y en su doblaje al español fue un término que escuchamos más de una vez. Los desalmados, es decir los que carecen de alma, los forajidos, son los que dañan a otros, los que producen dolor en la sociedad.

       Y mientras ello ocurre, vemos cómo las cifras de crímenes siguen aumentando. ¿En qué fallamos? Seguramente más de alguna culpa tienen los padres y también la escuela en más de uno de esos casos, pero así también esos mismos actores más de algo habrán hecho por esos niños y jóvenes para intentar transmitirles esos valores tan fundamentales que les acompañarán toda la vida. A veces, cuando veo a mis alumnos más grandes romperse la sesera tratando de completar largos facsímiles que deben presentar durante la tarde en sus preuniversitarios, no dejo de pensar en cuánta importancia le dan a conocimientos que a la larga sólo serán un peldaño para conseguir una profesión, conocimientos que a la postre olvidarán; pero si con el mismo ímpetu se formaran en los principios y valores que le acompañarán por toda su vida, otra cosa sería. Son esos los elementos que debieran una y otra vez subrayarse y sobre todo vivirse entre nosotros para que nuestros alumnos lleguen a ser hombres y mujeres de bien. Es el sueño de cada padre y cada profesor, pero la experiencia nos muestra que esto no es siempre así. En algo fallamos para que haya tanto desalmado haciendo de las suyas.
       En este mes que se inaugura con la Fiesta dedicada a todos los difuntos, es decir aquellos que nos antecedieron y que dejaron de existir cuando de ellos salió ese halo, la fuerza vital, el espíritu o el alma, como solemos decir, conviene tener presente estos pensamientos con el fin de darle a esas vidas un verdadero sentido. Por ello en los colegios josefinos más que educar sesos, o lo que es lo mismo, educar sólo para la PSU, nosotros decimos que los educamos para el cielo, formándolos en esos valores que les dan sentido a sus vidas. Por ello no nos cansaremos de insistir, al igual que el lema de nuestros colegios del Brasil que aquí educamos corazones!.
                   
         DON MARCO

martes, 14 de octubre de 2014

EDITORIAL ¿Pedagogos o demagogos?

             EDITORIAL
          ¿ PEDAGOGOS O DEMAGOGOS ?


Como nunca antes el tema de la educación ha estado presente en el debate nacional. Lo hemos notado tanto en la prensa escrita como en la televisión. Se habla y exige educación de calidad. Los noticieros pocas veces presentan lo bueno que se está haciendo a diario en forma silenciosa en las escuela de nuestro país. Habitualmente siempre nos presentan a través de la caricatura y el desprestigio. Pareciera que todo está mal y haya que partir de cero. Soy un convencido que eso no es así, aunque debo confesar que tampoco es todo perfecto. Para que de verdad haya educación de calidad deben confluir múltiples factores. Muchos de los cuales en el actual debate han tenido una escasa figuración, en el mejor de los casos, y en otras un total ausentismo. La calidad educativa parte por tener docentes competentes en sus materias, convencidos de la importancia de su saber y coherentes en su actuar por ser modelos de vida para sus educandos. Ya sabemos que en la viña del Señor hay de todo y también están los malos ejemplos, aquellos que demagógicamente buscan congraciarse con sus alumnos, los que se afanan por el aplauso fácil o los que por no hacerse antipáticos bajan el nivel haciendo las cosas menos complicadas, perdiendo su entrega la dosis de exigencia tan necesaria para que los muchachos crezcan.
Pero también la educación de calidad se consigue con alumnos o estudiantes, en el mejor de los casos, que aspiren a esa calidad. Aquí queda claro que el panorama tampoco es tan nítido. Tenemos aquellos que de verdad son estudiantes, los que buscan destacarse, los que saben de esfuerzo y huyen de la mediocridad. Pero conjuntamente encontramos muchos que son sólo alumnos. Es decir, siempre necesitan que alguien les esté conduciendo. Un sociólogo en este tiempo de debates, ha dicho que la juventud que tenemos al frente es una juventud mimada. Les hicimos creer como sociedad que merecen lo mejor, que su voz era importante al reclamar sus derechos, pero faltó subrayar con la misma fuerza que también deben vivir con igual intensidad sus deberes. Los niños mimados no crecen, se estancan haciendo pataletas y sus padres, cuando éstos han crecido, no hayan qué hacer con hijos caprichosos que quieren que todos le atiendan y que son ciegos e indolentes ante las necesidades de los demás. Así como es pernicioso para una educación de calidad el que haya profesores que son demagogos, es igualmente perjudicial fomentar niños y jóvenes mimados. Debiéramos ser capaces de formarlos, tal como dice nuestra misión, haciendo de nuestro colegio y de sus casas, un lugar donde convivan tanto el amor como la norma.

Por último, no podemos dejar de mencionar al tercer pivote de esta tríada tan necesaria para educar y educar bien: los padres de familia. Cuánto ayuda a este fin, el tener padres y madres comprometidos en la educación de los hijos. De esos que apoyen la labor docente. Que entiendan que lo que los hijos quieren es a padres y no a compinches que todo le consienten. En el mes donde destacamos a los educadores, conviene tener en cuenta el grave riesgo de ser demagogos en nuestro actuar, sabiendo que los perjudicados son justamente aquellos que merecen una verdadera educación de calidad y a quienes no podemos defraudar.
                    DON MARCO