El arribo de los primeros josefinos a Chile en 1947, estuvo marcado a los pocos meses por dos acontecimientos que ciertamente les han debido impactar: recién cumplían un año en Chile y en marzo de 1948 fallece en esta casa el P. Renato Selva, un joven misionero de apenas 33 años. El dolor algo se alivió, pues en abril del año 1949, es ordenado sacerdote el P. LuisParussini por parte del recordado Cardenal José María Caro. En este hecho los josefinos habrán entendido un signo, pues el joven misionero fallecido ofrecía en su agonía su dolor por nuevas vocaciones en estas tierras de misión. Largos años debieron transcurrir para que en la antigua Capilla fuese ordenado un exalumno de este colegio, se trata de P. José Troncoso, quien recibiera el Orden sagrado de manos de Monseñor Jorge Hourton en agosto de 1975. Tras largos años de espera y de constante oración, hoy asistimos a un momento de verdad histórico, pues junto a nuestro exalumno Jesús Castillo, serán ordenados otros dos seminaristas chilenos, Rafael y Eduardo, hecho inédito en la historia de la Congregación en Chile.
En estos tiempos, en que muchas empresas se preocupan de certificar su calidad a través de exigentes parámetros y en el que también los colegios invierten muchos recursos para recibir el preciado sello que certifique su calidad educativa, me pregunto cuál debiera ser el sello característico de un colegio de Iglesia. Por cierto, el empeño por destacar en lo pedagógico no debe dejarse como algo secundario, pero según mi parecer, hay otros elementos que hablan bien de una escuela católica y ello está en la capacidad de dar frutos en el ámbito religioso. Son esos los frutos que debieran enorgullecernos y hacernos pensar que estamos en buen camino. Cuando vemos muchos niños y familias empeñados seriamente en su preparación para recibir a Jesús por primera vez; cuando se repletan las vacantes para ser catequistas de los niños más pequeños o cuando nos faltan catequistas para atender a los más grandes que quieren confirmar su fe, son signos evidentes de una comunidad fecunda que ha apostado por la formación de sus alumnos en la fe y de una fe que al crecer se traduce en obras concretas.
El regalo maravilloso de las vocaciones sacerdotales y religiosas a las que hoy asistimos, se une a una hermosa lista, que en las páginas interiores encontrarán y en la cual aparecen otros tantos exalumnos que en un número no casual de 12, han sido llamados a seguir al Pescador de hombres. Son ellos el mejor ejemplo de la fecundidad de esta comunidad, la cual quiere entregar a la sociedad jóvenes cristianamente inspirados, para llevar el mensaje del Evangelio en el siglo XXI. Para ellos vaya el deseo de seguir las huellas de san Leonardo para que, siguiendo su ejemplo, otros continúen esta hermosa vocación.