martes, 20 de septiembre de 2011

“PÁJARO MAL NACIDO, ES EL QUE ENSUCIA SU PROPIO NIDO”


La noticia del asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral, ocurrida durante julio, para muchos no pasó desapercibida. Conocido en muchos países, me impresionaba lo profundo de sus letras cantadas con una voz inconfundible. En una de esas canciones, hace ya muchos años, le escuché intercalar un antiguo proverbio para referirse a los desagradecidos: “No hay pájaro más mal nacido, que el que se ensucia en su propio nido”. La aplicación de dicho refrán es toda una lección de vida, la cual en estos días se me ha hecho cada vez más patente.

Recorro el centro en días de disturbios. Por trámites debo ir hasta el sector de Los Héroes. El efecto del paso de los manifestantes incultos, pues en estos días se han podido diferenciar los que saben expresarse civilizadamente, ha ido dejando su huella. Hermosos monumentos rayados a más no poder. Vidrieras, señaléticas, semáforos, kioscos, destruidos. No hay espacio que se libre de esa bárbara expresión de malestar. El adagio repetido por Cabral, me resuena una y otra vez. Nada saben de lo valioso que como patrimonio tenemos en nuestras ciudades. El irrespeto parece llevar la delantera. Los demás, permanecemos silentes, esperando que esto acabe o que de una vez acaben con todo. Duele ver el patrimonio destruido, en un país en el que tanto cuesta tener algo del pasado, pues los terremotos han hecho desaparecer tantos lindos ejemplos del paso del hombre por esta tierra, otros desaparecieron por malas decisiones.

Pero hay otro patrimonio que, tanto más importante que el material, ha sido mancillado. El movimiento de los estudiantes lo ha hecho ver con mayor crudeza. Reportajes en televisión muestran cómo en diversos lugares del país, niños y jóvenes no han recibido lo que otros debían entregar. Para ello estaban los recursos. Mas, parece que las redestinaciones de esos fondos, el afán de enriquecerse, han postergado justamente a quienes tenemos el deber de privilegiar: los más pobres. El grito angustiado del Papa Juan Pablo II, en el año 1987 en la CEPAL, nos sigue dejando indiferentes como sociedad: “Los pobres no pueden esperar”… Y siguen esperando. Ya en esa ocasión, el Papa denunció como un error pensar que, cuando la economía estuviese tan bien, por una especie de rebase iba a beneficiar a los más postergados. Pasan los años y vemos cómo en un país que se dice de hermanos, las diferencias son cada vez más escandalosas, mientras algunos se vanaglorian de los excelentes índices macroeconómicos.

No juzgo intenciones, pero creo que es evidente que así como en el caso La Polar, en muchos otros ejemplos, los inescrupulosos han ensuciado su propio nido, a sus propios prójimos, a sus propios hermanos. ¡Pájaros mal nacidos!. Hace falta detenerse un momento y valorar que, cuando en lugares como nuestro colegio insistimos que la solidaridad es posible, estamos educando a nuestros alumnos para que las palabras equidad y justicia tengan real sentido.

DON MARCO