EDITORIAL
Gran alegría provocó la decisión de pintar nuevamente de rojo colonial el edificio de la Enseñanza Media. Los nostálgicos se encontrarán felices, pues se añoraba volver al color que originalmente tuvo por muchos años ese hermoso edificio. Como siempre habrá algunos contentos y otros que no lo estarán tanto. Lo importante es no caer en el defecto de que todo lo pasado ha sido mejor -signo de decrepitud- o por el contrario, despreciar el pasado, pensando que lo que uno hace o vive es lo mejor, esto se llama mesianismo. Ambos defectos están en nuestra cultura, también en la murialdina y de vez en cuando se asoman. Por ejemplo, es habitual que muchos antiguos alumnos afirmen que su promoción fue la mejor, o usando la misma frase siempre “antes en el Murialdo la disciplina era mejor”, lo mismo dicen algunos de la presentación personal y de otros tópicos como el que todos los alumnos que egresaban quedaban en la universidad. Como soy murialdino de los que conocimos la televisión en blanco y negro, trato siempre de romper con esos mitos. Sobre la disciplina, hay episodios pasados que nos avergonzarían si hoy se reeditaran; lo mismo sobre la presentación personal, en especial en la década de los años 70; así también sucede con el hecho que toda la promoción entraba a la universidad, claro que eso era más fácil ya que el sistema era tan piramidal que llegaban a los últimos años sólo los que lograban aprobar, los demás iban “muriendo en el camino”; de hecho, recuerdo promociones de una docena de estudiantes, habiendo sido en sus inicios cursos tan numerosos como el mío de primero básico en que éramos 68, egresando sólo 24.
Volver al color original, nos tiene que servir para volver a las fuentes, no para mirar el pasado con nostalgia de viejo sino para rescatar de ese pasado lo mejor, a fin de transmitirlo a las nuevas generaciones. Es lo que hace la Iglesia, conmovida por la decisión del Papa Benedicto, teniendo que volcarse a sus orígenes buscando al más idóneo entre los suyos para que asuma la tarea de conducir la Iglesia. Es lo que constantemente hacen nuestros josefinos, quienes al cumplir 140 años desde su fundación, vuelven una y otra vez la mirada a su pasado para reencantarse con las ideas y sueños originales de los fundadores y entregarse a los nuevos desafíos que el hoy les presenta. Es esto también lo que nosotros, a menor escala, debemos hacer como colegio: mirar el pasado, no para pensar que ello es lo único que importa, sino para que, rescatando lo mejor de nuestra historia, podamos seguir educando los corazones de los niños y jóvenes que hoy se nos han confiado.
En este Año de la Fe, volvamos a mirar nuestros orígenes actualizando el mensaje, para que ese don recibido antes de ser transmitido sea vivido, que es, al fin de cuentas, lo más importante para ser creíbles ante nuestros alumnos. DON MARCO