EDITORIAL
LA FIESTA DEL PERDÓN
Al observar cómo decenas de niños de quinto básico se acercaron por primera vez a confesarse, me preguntaba porqué es este uno de los sacramentos menos vistosos. Si los 7 sacramentos son fuente de gracia, llama la atención que, salvo para dos, no haya fotógrafos ni cámaras que filmen en ese día. En todos los demás, los fotógrafos quieren, incluso olvidándose del respeto al templo, dejar un recuerdo del día del Bautismo, de la Primera Comunión, de la Confirmación, del Matrimonio y de la recepción del Orden sagrado. Álbumes de estas ceremonias tenemos en cada casa, a todas ellas llegan invitados y hay más de algún festejo…pero por razones obvias nadie retrata el momento en que uno de nuestros parientes recibe la Unción de los enfermos, si bien hace décadas existían fotógrafos que tomaban imágenes de los funerales e incluso retrataban por última vez a los finaditos. De la confesión nadie guarda una foto, ni menos se nos ocurriría invitar a festejar después de haber recibido la gracia del perdón.
Viendo a esos niños, más de alguno, bastante nervioso, se me ocurría pensar en porqué este sacramento es tan íntimo, quizás por el natural pudor de no ventilar nuestras miserias personales, y tan poco frcuentado, por más de alguna mala experiencia con algún confesor que más que hacernos sentir el amor misericordioso del Padre nos terminó humillando. Viéndolos en su traviesa inocencia me preguntaba de qué se irían a confesar, si uno los ve tan buenos en comparación con lo que uno como adulto considera pecado.
Este poco valorado sacramento debiera ser para todos el incentivo para creer en el perdón de Dios y en hacernos a la vez más generosos para perdonarnos mutuamente. En una reciente encuesta se menciona que el 76% de los católicos nunca o casi nunca se confiesa, el 68% no cree o tiene dudas de que el sacerdote pueda perdonar los pecados en nombre de Dios, pero sí el 87% está de acuerdo en llamar al sacerdote cuando hay un enfermo grave para darlela Unción. Mientras más viejos, nos volvemos más reacios a otorgar el perdón. Cunden las excusas, diciendo por ejemplo, que sólo Dios perdona, especialmente aquellos que son draconianos con los demás y excesivamente complacientes con sus propias faltas. Son los que a los demás no les perdonan ni una, pero cuando ellos caen, quieren que les perdonen, pues no se consideran tan malos.
Hablar hoy de este sacramento es hablar de valorar la capacidad de perdonar, es hablar de corazones magnánimos pues están ciertos que Jesús vino a buscar a los pecadores y no a los que se creen buenos, en fin es hablar de grandeza humana, la que es mayor cuanto más humilde es nuestro actuar.