
La sabiduría popular expresa en este proverbio una realidad que en este año debiéramos analizar con atención. Se nos propone como lema “Escuchando se dialoga, dialogando se construye” y no más iniciar esa frase aparece la condición para que ese diálogo sea efectivo: la necesidad de escuchar. Múltiples son las situaciones en que de haber sido capaces de escuchar atentamente los signos que a diario se nos presentan, habríamos tomado una decisión mejor. Así debiera ser también en todo orden de cosas. Por ejemplo, llama la atención que muchas de las demandas que los pueblos expresan, no sean atendidas hasta que se provoca una situación de alteración del orden público. Inmediatamente como respuesta, la autoridad concede todo o gran parte de lo mismo que antes se negaba tajantemente a entregar. De esta forma se va sentando un pésimo precedente, pues de haber sido capaces de escuchar el sentir de la gente se hubiese podido responder a ello sin mediar presión alguna. Parece que esto es algo que aún no logramos aprender. Nuestra vida social sería más serena, si quienes detentan el poder estuviesen más atentos a ir escuchando esas señales que a diario surgen de las necesidades insatisfechas de sus conciudadanos. Llevando esto al extremo, basta ver lo que ocurre en aquellos pueblos sojuzgados por dictaduras eternas como las del medio oriente y otras más cercanas y cómo, cual si fuese una válvula que explosa, las muchedumbres exigen un cambio radical de gobierno en revueltas que acarrean siempre muerte y destrucción.
Para los creyentes este dicho popular cobra especial importancia cuando lo asociamos a la incapacidad de escuchar la voz de Dios. El nos habla siempre, somos nosotros los sordos, que no oímos o lo que es peor no queremos oír. Por eso el dicho señala que no hay peor sordo que el que no quiere oír. La voz de Dios manifestada en lo que Murialdo llamaba los “signos de los tiempos”, nos debiera impulsar a estar atentos a leer esos signos a través de los cuales se manifiesta su voluntad.
Este año es una excelente ocasión para tratar de vivir más atento a lo que Dios quiere de nosotros. Muy distinta sería la convivencia social si quienes nos gobiernan estuviesen más atentos a escuchar esos signos y reaccionaran con prontitud. Parece que nunca aprendemos y la historia nos muestra uno y mil ejemplos de aquellos que, haciendo oídos sordos, sólo se escuchan a sí mismos y una y otra vez se equivocan. Muy distinta sería también la vida escolar y familiar si estuviésemos atentos a escuchar lo que el Señor a cada instante nos va indicando para seguirle.
DON MARCO